domingo, 7 de septiembre de 2014

Contaminación publicitaria


La publicidad invade el espacio público de nuestras ciudades

La ocupación del espacio público por parte de la publicidad –comercial, corporativa– a gran escala, es un fenómeno en clara expansión y prácticamente sin réplica.

El afán de las empresas por promover e imponer sus marcas y productos, y en definitiva atraer a los compradores, encuentra en el espacio urbano un amplio catálogo de emplazamientos donde extender su publicidad. Coronación de edificios, fachadas, medianeras, vallas de obras, mobiliario urbano, cabinas telefónicas, vehículos de transporte público, paradas de autobuses, estaciones de metro, sirven como soporte de todo tipo de elementos publicitarios: lonas gigantescas, rótulos luminosos, pantallas... que asaltan a un espectador cada vez más aturdido.

Esta clase de publicidad callejera, que se suma a la de los medios de comunicación o los eventos deportivos, sociales, culturales, etc., es especialmente insidiosa dado su carácter inevitable, pues a diferencia de lo que ocurre con los anuncios habituales en prensa, radio o televisión, los reclamos en el espacio exterior no pueden ser fácilmente eludidos (pasando página, cambiando de emisora, o simplemente dejando de comprar el periódico), sino que el receptor se encuentra expuesto a ellos, obligado a verlos incluso contra su voluntad.

De aquí el creciente interés por parte de las empresas, que cuentan con la colaboración de una administración en plena fiebre recaudadora, por explotar las distintas modalidades de publicidad urbana. Un formidable negocio que tiene como consecuencia la comercialización del espacio público, convertido progresivamente en espacio de la publicidad (lo mismo ocurre con los transportes públicos y especialmente con el metro), con lo que comporta de privatización del mismo, de contaminación visual de carácter mercantil. Y lo mismo sucede en los entornos maltratados de los suburbios y alrededores de las autopistas, donde proliferan los llamados monopostes y las enormes vallas publicitarias que amenazan con extenderse por la totalidad del territorio.


1 comentario:

  1. De la publicidad en las carreteras de circunvalación en las ciudades habría mucho que decir. Te multan por encender un cigarrillo mientras conduces o, como vi el otro día en las noticias, por girarse para hablar con el copiloto. Pero no pasa nada porque haya miles de enormes carteles llamativos distrayendo la atención de los conductores. Con tal de que pagues, la DGT no introduce tus prácticas publicitarias como riesgo potencial -y consiguientemente multa real-.

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