miércoles, 7 de enero de 2015

Rechazo del trabajo y General intellect en los Grundrisse, por Franco Berardi

El pensamiento composicionista se coloca en una perspectiva antilaboral: arrancando de la distinción marxista entre actividad y trabajo, llega a entender la actividad como la substracción del trabajo y, como tendencia, a partir de la extinción del trabajo. Desde la primera página de El Capital, Marx indica que es necesario distinguir entre la actividad general con la cual una persona se relaciona con la naturaleza y con la sociedad de los otros seres humanos, y la forma determinada de trabajo asalariado, o sea la prestación de tiempo abstracto que se intercambia por un salario. Cuando se habla de rechazo del trabajo, no nos referimos a la anulación de la actividad sino, al contrario, a la valorización de la misma que es indisociable cuando es alienada en aquella modalidad que la hace depender de la actividad, como trabajo abstracto. En El Capital, Marx define el concepto de “trabajo abstracto” con estas palabras:

Si prescindimos del valor de uso de los cuerpos de los bienes, sólo queda una calidad, la de ser productos del trabajo […] Con el carácter de utilidad de los productos del trabajo desaparece el carácter de utilidad de los trabajos en ellos representados; desaparecen también las diferentes formas concretas de esos trabajos, las cuales ya no se distinguen sino que están todas reducidas a trabajo humano igualado, trabajo humano en abstracto.

Bajo los efectos del desarrollo capitalista, el trabajo industrial pierde toda relación con el carácter concreto de la actividad, se transforma en puro tiempo de vida prestado, objetivado en productos cuya concreta y útil calidad no contempla otra cosa que la posibilidad de intercambio, y la acumulación de plusvalía.


La igualdad de trabajos completamente diferentes puede existir sólo si los abstraemos de su real desigualdad, si los reducimos al carácter común que ellos poseen en cuanto gasto de fuerza-trabajo humano, en cuanto trabajo abstractamente humano.


La abstracción, esa fuerza que atraviesa la época moderna, alcanza su perfección en la época digital. El trabajo de transformación física de la materia se ha vuelto tan abstracto que resulta inútil: las máquinas pueden virtualmente substituirlo por entero. Pero a la vez empieza el proceso de subsunción del trabajo mental en la producción, y así el proceso de reducción del trabajo mental en la misma abstracción de la actividad.

El trabajo se presenta sólo como un órgano consciente, en diferentes puntos del sistema de las máquinas, en la forma de solitarios obreros vivos, triturados, subsumidos en el proceso total de las máquinas, sólo un miembro del sistema cuya unidad no existe con otros obreros vivos sino en la maquinaria que frente al obrero se presenta como un potente organismo contrapuesto a su singular e insignificante actividad. En las máquinas el trabajo objetivado se contrapone al trabajo vivo, en el mismo proceso de trabajo, como aquel poder que lo domina y en el cual consiste el mismo capital por su forma, en cuanto apropiación de trabajo vivo.


El trabajador entonces aparece aplastado, reducido a un apéndice pasivo, dispensador de un tiempo vacío, carcasa sin vida. Pero inmediatamente después la visión cambia:

El aumento de la productividad del trabajo es la máxima negación del trabajo necesario, es, como vimos, la tendencia necesaria del capital. La realización de esta tendencia es la transformación del medio de trabajo en máquinas. El trabajo objetivado en las máquinas se presenta como una premisa con respecto a la cual la fuerza que da valor a la singular fuerza-trabajo desaparece como algo infinitamente pequeño.

Gracias a la acumulación de la ciencia y de las fuerzas generales del cerebro social, escribe Marx, el trabajo se vuelve superfluo. La tendencia del capital, considerada en su pureza, es la de suprimir lo más posible el trabajo humano en su forma inmediata y material, para sustituirlo por medio del uso tecnológico de la ciencia.

Podemos afirmar que el desarrollo de esa tendencia lleva al sistema global de producción virtualmente fuera de la órbita paradigmática del moderno sistema capitalista. Es necesario instaurar un nuevo sistema paradigmático si se pretende entender y, sobre todo, liberar la nueva constelación de la actividad humana de las tecnologías, de las interfaces, de las interacciones sociales. Sin embargo, el pasaje paradigmático operó en tiempos distintos respecto a los tiempos de las potencialidades tecnológicas y de las potencialidades productivas del general intellect. El paso paradigmático se enreda en los lentos tiempos de la cultura, de los hábitos sociales, de las identidades constituidas, de las relaciones de poder y de la regla económica dominante. El capitalismo como sistema cultural y epistémico, además de económico social, semiotiza las potencialidades maquínicas del sistema postindustrial según líneas paradigmáticas reductivas. La herencia de la época moderna, con toda su chatarra industrial y con toda la chatarra de los hábitos mentales, de sus imaginarios de competencia y agresividad, pesa como un obstáculo insuperable, impidiendo el despliegue de una perspectiva de redistribución y de progresiva extensión del trabajo asalariado.

El capital reduce, sin ninguna intención, el trabajo humano (el consumo de fuerza) a un nivel mínimo. Eso será de utilidad para el trabajo emancipado, y es la condición de su emancipación.

El tiempo de trabajo inmediato se vuelve cuantitativamente irrelevante con respecto al sistema de elaboración automático. Esta perspectiva de reducción del tiempo de trabajo necesario, y por lo tanto de progresiva eliminación de los trabajadores, es vista por el Poder obrero como una perspectiva feliz, que en el discurso composicionista se traduce en una suerte de confianza en la capacidad de autoafirmación de la inteligencia en contra de su uso capitalista.

En cuanto el trabajo en forma inmediata, este deja de ser la gran fuente de riqueza. El tiempo de trabajo deja, y tiene que dejar, de ser su medida y así el valor de intercambio debe dejar de ser la medida del valor de uso. El plustrabajo de la masa ha dejado de ser la condición del desarrollo de la riqueza general, así como el no-trabajo de pocos ha dejado de ser la condición de desarrollo de las fuerzas generales de la mente humana. De esta manera, la producción basada en el valor de intercambio se derrumba y el proceso de producción material inmediato pierde también la forma de desdicha y de antagonismo. Entra en juego el desarrollo de las individualidades, y entonces no la reducción del tiempo de trabajo necesario para crear plustrabajo, sino en general la reducción del trabajo necesario de la sociedad a un nivel mínimo, al cual corresponde la formación y el desarrollo artístico, científico, etc. de los individuos gracias al tiempo que se ha vuelto libre y a los medios creados para todos.

La conjunción de la potencia de la tecnología con el conocimiento social general encuentra la fuerza de resistencia del modelo capitalista que predomina en las expectativas sociales, culturales, psíquicas de la humanidad proletarizada.

La economía, como jaula semiótica general, impide el despliegue de lo posible que también existe en la estructura material e intelectual de la tecnología. Marx escribe:

El capital es por sí mismo la contradicción en proceso, por el hecho de que tiende a reducir el tiempo de trabajo a un nivel mínimo, mientras que, por otro lado, pone el tiempo de trabajo como única medida y fuente de la riqueza. Eso disminuye el tiempo de trabajo en la forma del tiempo de trabajo necesario para agrandarlo en la forma de trabajo superfluo haciendo entonces del tiempo de trabajo superfluo la condición del trabajo necesario. Por un lado, evoca todas las fuerzas de la ciencia y de la naturaleza con el fin de volver independiente la creación de la riqueza, del tiempo de trabajo empleado en ella. Por el otro lado, ello pretende medir las gigantescas fuerzas sociales creadas de la misma manera en que se mide el tiempo de trabajo y sujetarlas entre los límites que son necesarios para conservar como valor, el valor ya creado. 

Estas páginas, valorizadas por el pensamiento composicionista cuando el texto de los Grundrisse empezaba a conocerse también en Italia, retratan con increíble lucidez las trayectorias a lo largo de las cuales se ha desenvuelto la historia social, política y económica del siglo XX. El concepto de trabajo abstracto es la mejor introducción para comprender la digitalización del proceso productivo que la difusión de la microelectrónica ha posibilitado y sucesivamente ha hecho desbordar.

Cuando Marx habla del capital como contradicción en proceso, prefigura la historia asombrosa del siglo XX, el siglo en el cual el capital, por instinto de conservación de su modelo económico-social, destruye las potencialidades que él mismo ha creado en la esfera técnica. Y cuando prevé el desarrollo de las facultades creativas, artísticas y científicas, Marx intuye la intelectualización del trabajo, característica de la transición post-fordista.

En un momento dado del desarrollo de la inteligencia aplicada a la producción, el modelo capitalista funciona como jaula paradigmática, encarcelando la actividad y la inteligencia en las formas del salario, de la disciplina, de la dependencia.

El concepto de paradigma no estaba disponible en la época de Marx, quien se vió obligado a reemplazarlo por conceptos ambiguos de ascendencia hegeliana.

La historia moderna no avanza dialécticamente hacia un resultado positivo, no se ve en su horizonte ningún supermercado dialéctico. Ella aparece más bien como un dispositivo patógeno, como un doble enlace: pero ¿qué es un doble enlace?

Gregory Bateson, en Verso l’ecologia della mente y Paul Watzklawicz en Pragmatica della comunicazione umana usan el concepto de doble enlace para entender una forma de comunicación paradójica en la cual el contexto relacional es contradicho por el contenido de la comunicación. Por ejemplo son dobles enlaces las disposiciones contradictorias, aquellas órdenes, solicitudes o pedidos en los cuales el enunciante pide al destinatario del mensaje una cosa con las palabras y otra, contradictoria, con gestos, los afectos o las entonaciones. Un doble enlace resulta de la superposición de dos códigos semióticos en las relaciones comunicativas, o de la superposición de dos perspectivas interpretativas en el curso de un único proceso. En el plano histórico, podemos afirmar que el capital semiotiza el proceso tecnológico según un código (el código de valorización económica) que no es adecuado a su contenido material y social. El resultado es un sistema de malentendidos, disposiciones contradictorias, superposiciones perversas.

Pensemos, por ejemplo, en el problema del llamado desempleo. En realidad, el desarrollo tecnológico vuelve el trabajo manual tendencialmente inútil y su evaluación salarial imposible. Pero, dado que el contexto relacional en el cual se inserta este mensaje y este proceso es el contexto del capitalismo que se basa en la vigencia del salario y en la centralidad del trabajo, ahí tenemos un doble enlace que entra en función.

El concepto de doble enlace es irreductible a la dialéctica. Frente a un doble enlace no vale de nada hacer oposición, ni frente a ello significa nada la negación global. El doble enlace se resuelve sólo cuando el contexto relacional es redefinido a partir del contenido enunciativo.

En el caso de la situación social tardo-capitalista, de nada sirve planear derrumbamientos políticos; al contrario, sirve modificar el sistema de las expectativas sociales, psíquicas, la organización de la vida cotidiana, en función de un sistema tecnológico en el cual el trabajo se ha vuelto, sencillamente, inútil, y el salario, sencillamente, indefinible.

Ningún derrocamiento totalizante es posible frente al doble enlace capitalista, por el hecho de que no existe ninguna totalidad positiva ni negativa en la historia social del capitalismo. La totalidad es un abuso conceptual, que no se puede sobreponer al devenir real. El único resultado positivo que se puede vislumbrar al horizonte de la historia moderna y del capitalismo híper-moderno post-humano es la divergencia singular que prolifera, que se encuentra con otras divergencias, avanzando con método viral.

http://www.muac.unam.mx/proyectos/campusexpandido/lazona/zona/pdf/Franco%20Berardi.pdf


No hay comentarios:

Publicar un comentario