jueves, 20 de marzo de 2014

La abolición del trabajo, 1985

Solo una fracción pequeña y menguante del trabajo sirve para algún propósito útil, aparte de la defensa y reproducción del sistema del trabajo y sus apéndices políticos y legales. Hace veinte años, Paul y Percival Goodman estimaron que sólo el cinco por ciento del trabajo que se hacía entonces -presuntamente la cifra, de ser exacta, es aún más baja ahora- bastaría para cubrir nuestras necesidades mínimas de comida, ropa, y techo. Su cálculo era sólo una aproximación educada, pero el punto clave está claro: directa o indirectamente, la mayor parte del trabajo sirve los propósitos improductivos del comercio o el control social. De inmediato podemos liberar a decenas de millones de vendedores, soldados, gerentes, policías, guardias, publicistas y todos los que trabajan para ellos. Es un efecto de avalancha, puesto que cada vez que dejas sin trabajo a un pez gordo, también liberas a sus lacayos y subordinados. Y entonces la economía implota. 

 El 40% de la fuerza laboral son trabajadores de cuello blanco, la mayoría de los cuales tienen algunos de los empleos más tediosos e idiotas jamás concebidos. Industrias enteras, seguros y bancos y bienes raíces por ejemplo, no consisten en nada más que mover papeles inútiles de un lado a otro. No es accidente que el "sector terciario", el sector de servicios, esté creciendo mientras el "sector secundario" (industria) se atasca y el "sector primario" (agricultura) casi desaparece. Porque el trabajo es innecesario excepto para aquellos cuyo poder asegura, los trabajadores son desplazados desde ocupaciones relativamente útiles a relativamente inútiles, como una medida para asegurar el orden público. Cualquier cosa es mejor que nada. Es por eso que no puedes irte a casa sólo porque terminaste temprano. Quieren tu tiempo, lo suficiente para que les pertenezcas, aún si no tienen uso para la mayor parte del mismo. De no ser así, ¿por qué la semana de trabajo promedio no ha disminuido más que unos cuantos minutos en los últimos cincuenta años?




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