martes, 26 de agosto de 2014

Qué Renta Básica: la que se desvincula del puesto de trabajo



Debemos detenernos en un rasgo fundamental para entender por qué hoy el ingreso mínimo debe desconectarse del contrato de trabajo. Hoy la parte del león de las ganancias del capital se las lleva el sistema financiero mediante métodos que no tienen que ver en absoluto con procesos productivos, sino que son pura y simple usura y despojo social. En ese sentido, se ha roto la legitimidad de antaño del capitalismo fordista, cuyas ganancias venían avaladas por una creación de valor, bien que fuera un valor de derroche, inútil socialmente o ecológicamente pernicioso.



En correlato con esto, ha hecho crisis en la sociedad actual la ética individual que vinculaba el ingreso al trabajo, y en la que cada uno recibía lo que merecía según su esfuerzo y capacidad. Es La corrosión del carácter, que hoy podemos ejemplificar hasta el hartazgo en nuestras clases medias. P.e., un matrimonio de profesionales, funcionarios docentes ambos, acomodados, con un par de coches y dos o tres viviendas en propiedad, en cuyo curriculum, además de la oposición inicial, hay una larga carrera formativa y el desempeño de puestos de trabajo muy diversos pero siempre en relación con la docencia y su especialidad. Sus tres hijos, criados en la cultura del esfuerzo y el mérito, han tenido una formación excelente: ingeniería informática, telecomunicaciones, biología, Erasmus, varios idiomas. Y sin embargo, son mileuristas precarios o directamente parados que todavía no han conseguido dar su primer paso “en el mercado laboral”, eufemismo para referirse a la inseguridad laboral para todos y para siempre.



Por debajo de esas clases medias en crisis se encuentra un ejército de pobres, precarios y desposeídos, que hace colas ante los bancos de alimentos y reclama su derecho a la subsistencia. Subsidios, ayudas, “rentas básicas” estrictamente reglamentadas para que los receptores no dejen de ser “ejército de reserva” de una guerra que solo los necesita para disciplinar a los “¡afortunados!” que están en primera línea.



Hay muchas razones para defender la utilidad y la conveniencia de una renta básica universal. Razones de oportunidad (hay mucha pobreza). De simplicidad (muchísimo más fácil de gestionar que el actual laberinto de ayudas para pobres). De justicia distributiva. De eficacia económica keynesiana, ya que le pondríamos un suelo incondicional a la demanda interna. Pero sobre todo, el propio capitalismo, con su transformación, nos ha dado un nuevo concepto del valor económico para justificar la renta básica universal: que no es el individuo, sino la cooperación social,  la sociedad en su conjunto la que crea las utilidades, las aptitudes, las habilidades y el conocimiento. En la relación salarial y en las múltiples modalidades de explotación no salarial, el valor apropiado por el capital no es una mera aportación individual, sino la concreción en ese punto, en ese ser humano, del producto social: educación, salud, cuidados familiares y sociales, redes sociales… Por tanto, ¿por qué no exigir un salario de ciudadanía, una renta básica universal, no condicionada? No se trata de elegir entre cañones y mantequilla, ni de discutir acerca del salario justo y la jornada justa. Hay que elegir entre lo que es productivo -los ciudadanos, la sociedad- y lo que no lo es: paraísos fiscales, rapiña financiera. Y la principal tarea de la sociedad es cuidar de sí misma, de las generaciones actuales y de las que las reemplazarán.

No es cuestión de si es más oportuno o eficaz el viejo sistema o lo nuevo que se propone. Porque lo viejo es ya imposible y lo nuevo, además de justo, es cuestión de supervivencia.


1 comentario:

  1. No puedo estar más de acuerdo. Sencillo porque a veces las verdades más evidentes son las más difíciles de ver.

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