domingo, 29 de septiembre de 2013

Abundancia y desigualdad 2

Control económico y social a través de la vivienda 

Este ha sido parte del escenario de los procesos de inflación inmobiliaria y a la vez restricción de acceso a la vivienda propios de la versión española de la actual crisis. De nuevo estamos ante un instrumento que regula la producción de escasez, que se manifiesta como drenaje-expropiación de las capacidades económicas de una parte importante de la población, restando recursos clave para adquirir una mínima autonomía económica y manteniendo a dicha población en un estado permanente de precariedad: “Yo no compré una casa, vendí mi vida” [comentario de una comunicante anónima en el programa Siglo XXI de RNE3, 11: 08 del día 11 de agosto de 2004]. Este proceso expropiatorio adquiere claridad cuando se identifica qué agente controla lo principal del proceso, el Capital financiero:

 1) Como agente dominante en el sistema de propiedad del suelo y como protagonista directo o indirecto en los procesos de decisión política referidos a la clasificación urbanística. "[...] según la Comisión Nacional del Mercado de Valores, los bancos tienen en la actualidad más de 350 millones de metros2 de suelo" [TALLER VIU 2006: 17], es decir terrenos que calculando con prudencia son capaces de acoger a más de un millón de viviendas, unas dos veces lo que ahora se construye en España en un año; no hay datos fiables del volumen que estas entidades tendrán ahora pero debe ser mucho mayor debido a los desahucios y creciente morosidad.

2) Como prestamista principal, tanto a personas físicas como a empresas inmobiliarias; e incluso a entidades financieras, por parte del Banco Central Europeo como préstamos para alimentar la burbuja financiera, debiéndose en 2008 unos 365.000 millones más intereses [VERGÉS 2009]. De este modo se controlan los dos puntos clave del acoplamiento fundamental oferta-demanda o con más generalidad producción-consumo (en este caso propiedad del suelo y acceso del ciudadano a la vivienda), se cierra el círculo del dominio integral del gran biodispositivo urbano que articula la producción de suelo-mercancía y la producción de habitantes-consumidores a través del crédito hipotecario, produciendo tanto fenómenos de segmentación urbana como de segregación y estratificación social. Como resultado se dan los efectos ya mencionados al tratar el sistema automovilista, al margen del habitual y gigantesco drenaje de riquezas: 

•Condicionamiento de la vida y del futuro de las personas afectadas de una manera u otra por este biodispositivo.
 •Segmentación social, cada vez más brutal: millones de personas en España, especialmente jóvenes, sin posibilidad alguna de acceder a viviendas dignas y un número igualmente importante de familias en difíciles condiciones para seguir devolviendo los préstamos hipotecarios.
 •Bloqueo de la subjetividad para poder pensar y actuar de otra manera, una muestra de lo cual es la reducción del habitar y su identificación con el artefacto llamado "vivienda", procedente de otro invento del siglo XIX, el de la vivienda obrera que contribuyó decisivamente en la conformación de la unidad básica de producción-consumo de masas: la familia nuclear.

 Pero no sólo hay mecanismos económicos No obstante esta acusada y creciente estratificación social no puede achacarse exclusivamente a un automatismo de orden económico, en la segmentación urbana existen otros factores (que serán discutidos más extensamente en el siguiente epígrafe), como el que expone Fernando Roch: “[...] el precio no viene dado por el número de viviendas en el mercado sino por su localización dentro de ámbitos que todos reconocemos porque de lo contrario no influirían en el precio. Es algo bastante lógico y tan preciso como lo requiere la cuestión. Está claro que la mayoría de los ciudadanos que viven en una ciudad comparten una especie de mapa social de la misma. [...] Lo cierto es que las diferentes clases sociales tienden a distribuirse por los diferentes barrios o ámbitos de la ciudad según sus recursos, creando un mosaico social que se corresponde con un mosaico de precios de la vivienda. [...] No es obligatorio que las diferentes clases se repartan de esta forma en el espacio de la ciudad pagando por ello el precio necesario para que el escalón inferior quede excluido, pero lo cierto es que lo hacen y que se trata de una práctica social que tiene ya una considerable tradición histórica, y que parece de momento imposible de desarraigar. Ahí está la razón del precio, pagar lo que uno sí puede, forzando la propia capacidad, para excluir a los que no pueden aunque se esfuercen. Los precios resultantes de este mecanismo de exclusión y segregación que agrupa a los iguales son superiores a los de construcción. Ese exceso se lo queda el que puede, que normalmente es el que posee el suelo o la vivienda cuando los precios suben. De esta forma el precio del suelo es una resultante y no condiciona el precio de las viviendas.” [ROCH 2005] 

El mercado laboral capitalista

El análisis de Marx apunta a un mercado laboral de monopolio radical. La consideración del mercado laboral capitalista como un biodispositivo del tipo monopolio radical se apoya en varios tipos de observaciones. La primera procede de Marx cuando se niega a admitir que el precio natural de la fuerza de trabajo sea dictado por el juego de la oferta y la demanda: "El capital actúa sobre dos lados a la vez. Cuando su acumulación aumenta por una parte la demanda de trabajo, por otro aumenta la oferta de trabajadores a través de su ´liberación´, al mismo tiempo que la presión de los desempleados obliga a estos a rendir más trabajo, haciendo por tanto en cierta medida la oferta de trabajo independiente de la oferta de obreros. El movimiento de la ley de la oferta y la demanda sobre esta base completa el despotismo del capital [...] La superpoblación relativa es la base sobre la que se mueve la ley de la oferta y de la demanda del trabajo” [en MARTÍNEZ VEIGA 1995: 76]. La frase inicial lo sintetiza todo: el capital actúa a la vez sobre la oferta y sobre la demanda de trabajo, esto último a través de las variables demográficas ¿Cómo? Mediante varios instrumentos: "[...] los procesos de acumulación originaria (por proletarización forzada), movilización de los sectores latentes del ejército industrial de reserva (las mujeres y los niños), la migración (de las zonas rurales a las urbanas o de formaciones sociales precapitalistas como Irlanda) y la producción de superpoblaciones relativas por medio de mecanismos únicos del capitalismo. La acción directa de parte del capital o la acción tomada por el estado a favor del capital (cercamientos, etc.) se convirtió en el foco principal de su análisis de las fuerzas que regulan la oferta de la fuerza de trabajo. Además, aunque Marx no lo hace, podemos ver fácilmente que las políticas de población e inmigración puestas en vigor por el estado capitalista encajan en esta perspectiva del manejo global de la oferta de la fuerza de trabajo por el capital." [HARVEY 1990: 61]. El juego de oferta y demanda laboral se relaciona más con la demografía y otras variables biopolíticas que con la economía: así el empleo de mujeres y niños entra en la gestión de dicha superpoblación, forzando el desequilibrio entre oferta y demanda en beneficio del Capital.

 La medida del salario, el condicionante del consumo y el compromiso con la empresa.

 Si como ocurre con las mercancías que exigen invención ya no hay base de una referencia exterior objetiva para el cálculo del salario (o al menos sustentado en una extendida convención social como era la de la cantidad de tiempo trabajado), todavía es posible echar mano de un criterio más o menos objetivo para el cálculo del límite inferior de dicho salario, a saber, la subsistencia del trabajador . Pero existe un límite superior, no por no reconocido menos operativo en lo que se refiere a las grandes poblaciones, objeto entonces de una biopolítica: el salario no debería propiciar la acumulación del capital suficiente (del tipo que sea, de posición, de transformación o de intercambio) como para que el trabajador pueda adquirir autonomía social, económica o laboral: “[...] convertir a los empleados en cibernautas es hacerles libres e infieles o, al menos, ponerles en situación de serlo” [URRUTIA (2001)]. El tiempo mecánico es sólo una medida exterior de segundo orden de ese salario cuya referencia fundamental es lo que necesita ese trabajador para que siga trabajando dedicado en las condiciones que impone el Capital, es decir, para que permanezca en su condición de trabajador.
Por otra parte, y en la línea de este capítulo, también puede conseguirse el mismo efecto haciendo que el tipo y magnitud del consumo del trabajador (en virtud de necesidades inducidas) le condicionen el ahorro monetario, así como la distinción de conocimientos y habilidades o de buenas relaciones sociales para reinvertir en cualquiera de esos capitales. También debe contabilizarse la integración subjetiva del trabajador en el mecanismo general dispuesto por el Capital, su aceptación de ese territorio donde le compete jugar. Dos cualidades ha de tener el trabajador para que se le considere alineado con el objetivo de las empresas (es decir "[...] un crecimiento sostenible de valor para los accionistas"): que esté preparado y que éste motivado [KAPLAN y NORTON 2004: 38 y 60]. Ambas son componentes del capital humano y susceptibles de ser gestionadas por ciertos expertos. Adviértase también que junto a la preparación, objeto de una instrucción de tipo racionalista, es considerada en igualdad de condiciones la motivación, que ya es del orden de los afectos,. todo un síntoma de una doble tecnología: social y de la subjetividad.

Una perspectiva transversal y una mirada a nuestro tiempo

Los mercados no sólo funcionan monopólicamente (debido a las sustanciales diferencias entre las condiciones respectivas de la oferta y la demanda), sino que son monopolios radicales porque también hay control de la oferta; que se ejerce en los casos contemplados respectivamente mediante: la política de infraestructuras viarias; la ordenación urbanística; y la gestión demográfica (y de otros factores como la docencia en todos sus niveles), se resuelven en el fordismo mediante la actividad del Estado. En el posfordismo el Capital ejerce esas funciones cada vez más directamente sin la intervención estatal debido a la conversión en mercancías de segmentos crecientes de bienes necesarios para la existencia. Es el entero circuito producción-reproducción (trabajo-consumo) el que debe ser controlado como un motor productivo integrado.

•El dispositivo es al mismo tiempo económico y político (en el sentido de las prácticas de gobierno de las poblaciones). Simultánea a la producción mercantil hay una gestión de las condiciones de vida (creando escasez eliminando los recursos de autonomía personal no mercantilizados, incluyendo la producción de escasez de tiempo propio) en esos ámbitos que sucesivamente quedan fronterizos a la esfera de lo netamente económico que se expande sin cesar, y por tanto susceptibles de incorporarse a esa esfera de dominio directo por parte del Capital, transformándose en mercancías plenas (por ejemplo ahora los cuidados a los mayores).

•Abarca lo objetivo y lo subjetivo, el medio social colectivo y el medio interno al individuo; opera a la vez en el nivel no consciente, el de los hábitos automatizados, y en el consciente. El habitante del espacio urbano desparramado por grandísimas extensiones no puede considerarse a sí mismo, desde su subjetividad primaria de individuo, más que como automovilista. Por su parte las cabezas de familia (más o menos nucleares) o los individuos solitarios (como familias unipersonales) sólo entienden su habitación autónoma desde el modelo de la vivienda (o como se dice vulgarmente “el pisito”). De igual manera para el trabajador, como individuo desprovisto de medios de producción, el destino propio que concibe para sí es el de asalariado. Estas situaciones son características del fordismo, del cual ya es muy patente su declinación como modelo social y económico dominante. Y más cuando las grandes crisis económicas, energéticas, urbanas, sociales, medioambientales, inducirán importantes cambios en los ecosistemas social y de las subjetividades, en el modo en que son pensadas y enunciadas esas mismas necesidades que hasta ahora aparecían como naturales, igual que la manera de satisfacerlas, siempre de una sola manera.

Por lo tanto y en las condiciones actuales, la única manera de que cambie la sujeción a este modelo de intercambio (de monopolio radical) es mediante el desvelamiento del mecanismo de encierro mental y material que nos afecta; lo cual, ciertamente, no se producirá si no es rompiendo el aislamiento entre individuos, asumiendo como prioritaria la cuestión de las subjetividades colectivas. En los tres casos se comprueba la existencia de una numerosa población que queda excluida del espacio del mercado. Sin estudios empíricos es aventurado extraer conclusiones que validen lo que en este capítulo se propone como hipótesis de trabajo. Sin embargo la conexión entre exclusión social y libre mercado ha sido notada por otros investigadores; Carlos Gallego plantea la conjetura de que la escasez juega un papel central, partiendo de la premisa de que los bienes que se ofertan sean escasos para que adquieran un precio en el mercado y en definitiva para posibilitar su funcionamiento: "¿Querrá esto decir que, por tanto, para el funcionamiento del mercado, es necesario que no estén cubiertas todas las necesidades, ni siquiera las básicas, para toda la sociedad? [...] ¿Será indispensable para el mercado la existencia de individuos excluidos de ciertos consumos y bienes, para que éstos y el resto de los satisfactores, sigan cumpliendo su papel de bienes escasos y por tanto, sean considerados en el mercado y así tengan asignado un valor de cambio, además de su intrínseco valor de uso?" [GALLEGO 2000: 423]. Aparte de los casos específicos, de un modo muy general vemos como en la esfera del consumo también se extiende la fórmula del monopolio radical desde el momento en que el consumidor es también producido (producción de demanda), igual que las mercancías (la oferta).

Esto puede ser observado en terrenos más concretos, con sus importantes peculiaridades que sólo se explican por el uso de tecnologías muy específicas. Es el caso de la salud, donde se dan claramente fenómenos parecidos: los enfermos son fabricados al mismo tiempo que las medicinas apropiadas para ellos; no quiere decir esto que se produzcan enfermos desde el punto de vista biológico, más bien se trata de la construcción de una receptividad, con una alta dosis de condicionamiento subjetivo. Y sin que por ello sean descartables tácticas mucho más directas de producción biológica de la enfermedad. "La forma contemporánea de la dominación es, por el contrario, esencialmente productiva. [...] Por una parte, rigen todas las manifestaciones de nuestra existencia (el Espectáculo); por otra, administra las condiciones de ésta (el Biopoder)" [TIQQUN 2005: 29]. Esto nos remite a un rasgo que diferencia al posfordismo respecto a la época previa a la que se ha dedicado con preferencia este apartado. Se trata de que estamos abocados a la construcción de una nueva naturaleza en el mismísimo sentido en que se ha caracterizado ese ingrediente escondido pero fundamental del biodispositivo del (pseudo)mercado laboral fordista. En el momento en que declinan los antiguos factores de la diferenciación primaria (ilustrado por el ascenso del protagonismo laboral, social y político de las mujeres) nuevas diferencias surgen del medio territorial natural y social de nuestro tiempo y nuevos dispositivos, más vastos e integrados ponen toda la vida a trabajar. Una nueva naturaleza, en el cruce de lo artificial y de lo natural no-humano.

Por otra parte es de esperar la composición de dos tipos de tecnologías: la exteriorizada de los artefactos y por otro lado las tecnologías sociales y de la subjetividad (intratecnologías es decir sólo operadas por agentes humanos) en la medida en que éstas últimas se exterioricen; lo cual ya sucede con grandes fragmentos de la noosfera7 en el cibermundo. Podría tal vez concluirse, en este asomo brevísimo a lo que ocurre en el tardocapitalismo, que ya no hay tanto biodispositivos aislados, sino una red de ellos, constituyendo éste un rasgo distintivo en relación con épocas anteriores. La propia interacción mercantil hace que automáticamente las capas inferiores tengan que soportar unos sobrecostos desproporcionados para acceder a bienes y servicios elementales (por ejemplo en la vivienda actualmente), gravitando sobre ellos como una losa o incluso expulsándolos del mundo (capitalista) por ser considerados innecesarios. Y lo mismo acontece en el ámbito de la producción, donde la precariedad sume a cada vez mayor cantidad de gente en la ansiedad de la movilización permanente, cuando no son expulsados a la mera subsistencia de ese cuarto mundo parangonable en cierto modo con los pobres del tercero. Sin embargo todavía es pronto para concluir que es suficiente una autorregulación de la segmentación social vía mercado; serán quizá necesarios mecanismos de un orden sobreimpuesto para que eso funcione (el neofascismo implícito en la fórmula "democracia totalitaria"). Es decir, para que la escasez económica y social se mantenga.

La globalización capitalista alcanza a toda la humanidad, y con ella una extrema polarización social y un estrato inferior cuyas relaciones con los asalariados estables ya no son las del fordismo: “A la sombra de la globalización económica, cada vez más personas se encuentran en una situación de desesperación sin salida cuya característica principal es -y esto corta la respiración- que sencillamente ya no son necesarios. Ya no forman un ´ejército en la reserva´ (tal como los denominaba Marx) que presiona sobre el precio de la fuerza de trabajo humano. La economía también crece sin su contribución. Los gobernantes también son elegidos sin sus votos. Los jóvenes ´superfluos´ son ciudadanos sobre el papel, pero en realidad son no-ciudadanos y por ello una acusación viviente a todos los demás. También quedan fuera del mundo de las reivindicaciones de los trabajadores. ¿Qué son para la sociedad? ´¡Un factor de gastos!´” [BECK 2005]. Esto tiene una confirmación aterradora en un documentado libro de James Davis (en especial en el capítulo titulado "¿Una humanidad excedente?” [DAVIS 2007: 233 a 262]) sobre la situación del tercer mundo, donde ya no es posible hablar de marginación o exclusión sino de otro capitalismo, completo en todos sus detalles y hasta podría decirse "próspero", aunque todavía más brutal, mísero y miserable, donde ya no tiene sentido hablar de sumarse al progreso capitalista: “Mientras la elite viaja a su destino imaginario, a algún lugar cercano a la cima del mundo, los desposeídos descienden en espiral hacia el crimen y el caos” [ROY 2003].

En cierta manera recuerda esa instancia ajena al mercado laboral (pero no obstante productiva) que se mencionaba antes en relación con las mujeres y demás sujetos marcados. Pero ahora ya no tanto deudor de la pervivencia de relaciones sociales premodernas, sino en gran parte consecuencia de las políticas de las empresas trasnacionales y aparatos gestores del capitalismo global, como el Banco Mundial, más una variada cohorte de instituciones locales y hasta muchas ONG.

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