domingo, 25 de mayo de 2014

La ilusión de la individualidad en la sociedad capitalista


¿Hasta qué punto nuestros deseos —así como los pensamientos y las emociones— no son realmente nuestros sino que los hemos recibido desde afuera?. 

En el curso de la historia moderna, la autoridad de la Iglesia se vio reemplazada por la del Estado, la de éste por el imperativo de la conciencia, y, en nuestra época, la última ha sido sustituida por la autoridad anónima del sentido común y la opinión pública.
Como nos hemos liberado de las viejas formas manifiestas de autoridad, no nos damos cuenta de que ahora somos prisioneros de este nuevo tipo de poder ideológico. Nos hemos transformado en autómatas que viven bajo la ilusión de ser individuos dotados de libre albedrío.

Lograr cada vez más éxito, acumular cada vez más dinero, poseer más prestigio, comprar mejores automóviles, ir a los mejores lugares, y cosas semejantes. 

Sin embargo, cuando, el hombre, en medio de esta actividad frenética, se detiene a pensar, hay una pregunta que puede surgir en su espíritu: Si consigo este nuevo empleo, si compro un coche mejor, si realizo este viaje... ¿qué habré obtenido? ¿Cuál es verdaderamente el fin. de todo esto? ¿Quiero, en realidad, todas esas cosas?.

Cuando emplean toda esa energía con el fin de lograr sus deseos, en su mayoría las personas nunca discuten las premisas de tal actividad; jamás se preguntan si saben realmente cuáles son sus verdaderos deseos. No se detienen a pensar si los fines perseguidos representan algo que ellos, ellos mismos, desean.

El hombre moderno vive bajo la ilusión de saber lo que quiere, cuando, en realidad, desea únicamente lo que se supone (socialmente) ha de desear.
No hace más que representar un papel que le ha sido asignado. 
Aunque crea saber lo que quiere, no puede conseguirlo.




No hay comentarios:

Publicar un comentario