miércoles, 5 de noviembre de 2014

El conflicto entre el taxi y Blablacar




Blablacar y Uber son empresas que se enmarcan en una “nueva” generación de empresas adaptadas a las posibilidades de internet y de la “Web 2.0” para ofrecer servicios materiales, frente a las empresas pioneras en este campo que han servido tan solo para el entretenimiento –redes sociales, videos, noticias virales…-. En este sentido, las empresas con raíz en internet entran a competir con la economía del “mundo real”, lo que supone un cambio de paradigma que están vendiendo como una democratización de la actividad comercial e industrial. Ambas empresas han sido defendidas públicamente por la web http://www.consumocolaborativo.com/, que mantiene ese discurso de que las nuevas tecnologías permiten un consumo participativo y, por tanto, democrático.


Sin embargo, y como era de esperar viendo los credenciales que acompañan a las dos empresas de las que hablamos, algo huele raro en todo esto. El hecho de que grandes empresas inversoras apuesten por modelos de “consumo alternativo” es porque estos modelos tan solo son alternativos en el formato, pero no en la estructura económica que los envuelve. En este sentido conviene sacar a la luz este extracto de “El manifiesto Telecomunista”:
“La Web 2.0 es el Boom de la Inversión en Internet 2.0. La Web 2.0 es un modelo de negocio de apropiación privada del valor creado colectivamente. El valor real de YouTube no es creado por los desarrolladores del sitio; en cambio, es creado por la gente que carga videos en el sitio. Aun así, cuando YouTube fue comprado por un valor de mil millones de dólares en acciones de Google, ¿cuántas de esas acciones fueron adquiridas por los que hicieron esos videos? Cero.“
En efecto, la desmaterialización de la economía que predican quienes ponen por ejemplo estas empresas web no es más que un truco en el que lo que genera valor es la propaganda y la información, no el “servicio” prestado. Lo que genera valor -mientras no cobran comisión, claro- de estas empresas “colaborativas” es usar a los usuarios como mercancía, negociar con la información que generan y la que se les puede hacer llegar. En este sentido, la descripción completa del funcionamiento de este tipo de negocio, el contexto en el que nace y la alternativa más honesta planteable se recogen ampliamente en el citado manifiesto.
El transporte, en taxi o Blablacar, no deja de ser una necesidad impuesta en la mayoría de los casos, veamos cómo:

Punto 1: La distancia a recorrer nos ha venido dada por el urbanismo moderno que es un instrumento más de control social. 

Punto 2: Ir a trabajar, ir a consumir –mercancías u ocio- son también ritmos de vida bajo el poder de la mercantilización y la explotación, sobre los que poco podemos decidir, ni siquiera opinar. 

Punto 3: Los modos de transporte existentes –coche, bus, tren, avión, bicicleta…- no responden más que a sus propias necesidades y no a las necesidades humanas. La historia del transporte es la historia de cómo los inventos se imponen a las necesidades, especialmente por las infraestructuras, lo que nos devuelve al punto 1 y los usos del urbanismo.


¿Cuál es entonces la solución al conflicto del taxi y el blablacar? Según lo dicho no parece ser una solución técnica o legislativa. Es un problema con raíces sociales y por tanto, sólo el cambio social puede solucionarlo.

http://www.regeneracionlibertaria.org/blablacar-uber-y-taxis-polvo-en-el-camino

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